Deberes en casa confinamientoEl cole en casa durante el confinamiento

 

Muchos tenemos montado el cole en casa durante este confinamiento. Los padres nos hemos convertido en profesores de nuestros hijos repentina e improvisadamente. Con mayor o menor vocación pedagógica, estamos asumiendo ese rol de una manera tan amplia que desborda al más pintado. Y es que ser maestro es difícil, reconozcámoslo, al igual que estamos haciendo con otras profesiones tan poco valoradas hasta ahora. Pero ser docente a tiempo completo de todas las materias imaginables, sin una formación específica y de sopetón, es mucha tela. Nos hemos convertido en profes de la mañana a la noche, sin delegar responsabilidades y sin aparcar contenidos. Y no es que a los padres nos guste echar balones fuera cuando se habla de educar, pero el compartir la responsabilidad con los centros educativos y los profesionales de la enseñanza ayuda mucho. Ahora lo sabemos.

No hablo de que estar con nuestros propios hijos las 24 horas del día se nos quede grande. Sino de que el nivel de exigencia en nuestro propio rol de cuidador multidisciplinar nos agota.

Nos hemos empeñado en llenar el hueco de la escuela con contenido para que los niños no se aburran: manualidades, juegos, videos, retos, etc. Cómo si aburrirse fuera algo terrible. Si que es una situación extraña el no poder salir de casa y que toda su rutina haya cambiado, no lo vamos a negar. Pero hay que saber aprender de cada situación, de cada circunstancia. Y en flexibilidad y adaptación no hay quien gane a los pequeños. De hecho, si en algo coinciden todas las familias con las que he hablado, es en que este confinamiento lo están llevando los menores mejor que los mayores. Y es que el estar en familia era algo de lo que los niños no tenían exceso.

 

¿Qué estamos aprendiendo en esta cuarentena?

 

Los adultos, por un lado, estamos aprendiendo a teletrabajar en algunos casos, a cocinar, a involucrar a los niños en algunas tareas del hogar, etc. Hemos incorporado a nuestro vocabulario palabras nuevas como coronavirus, confinamiento, pandemia, desescalada… Pero, sobre todo, estamos aprendiendo a adaptarnos a las nuevas tecnologías a pasos agigantados: videollamadas, plataformas educativas como Google Classroom, Moodle, iPasen, blogs varios… Nos estamos haciendo expertos en el manejo de herramientas que pensábamos que nunca usaríamos. Este aprendizaje casi forzado más las exigencias normales de nuestro día a día nos lleva a sentirnos, en ocasiones, sobrepasados o con algunos síntomas de estrés.

Los niños, por otro lado, están aprendiendo que la tecnología puede ser útil para su formación académica, no solo para su diversión. Están viendo que sus padres desde casa pueden ser sus profesores, a la vez que se encargan del resto de las labores domésticas (grandes desconocidas para algunos). Que los deberes se pueden hacer online, que las videoconferencias no son sólo para los mayores. Y que en casa se pueden hacer muchas más cosas de las que solíamos hacer antes.

 

Lo que no se ve, pero también estamos aprendiendo en el confinamiento

 

Nuestras casas, además de colegios y oficinas, se han convertido en gimnasios y salas de juegos para nuestros niños. Además de lidiar con el teletrabajo y la teleformación, padres e hijos estamos aprendiendo a convivir de otra forma. Nos estamos conociendo más a nosotros mismos, y estamos conociendo mejor a nuestra familia. Estamos cultivando la Paciencia; desarrollando de manera obligada la Tolerancia a la Frustración. La que nos genera no poder tener la vida que teníamos hasta el momento. No poder salir a la calle con libertad, o estar con otros familiares y amigos. A la vez que descubrimos que podemos tolerar la incertidumbre. Y hacerlo bastante mejor de lo que nos creíamos capaces.

Los niños están experimentando el vivir sin prisas ni madrugones. Disfrutan de pasar tiempo en casa y en familia, y de nuestros esfuerzos por hacerles esta situación más llevadera. Están aprendiendo a gestionar su aburrimiento, a veces ellos solos y a veces con ayuda. Y en estos últimos días, están aprendiendo a valorar lo que significa un simple paseo al aire libre. Estas pequeñas cosas, que no se ven, son las que creo más importantes como aprendizaje en estos días. Pues como decía Antoine de Saint-Exupéry en su célebre libro El principito, “lo esencial es invisible a los ojos”.

 

Yo no tengo una bola de cristal como para asegurar si de esta crisis saldremos diferentes o seremos los mismos que antes. Hay teorías para todos los gustos. Lo que sí creo es que un aprendizaje llevaremos en nuestra mochila, cada uno el suyo.

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